La mamitis puede llegar a ser irremediable dependiendo del tipo de relación que exista entre madre e hijo(a). Pero en esta oportunidad voy a elogiar indiscutiblemente a una mujer que posee un poder de intuición elevado a la enésima potencia con tan solo avistar la mirada de un hijo. Aquella que tiene la capacidad de encontrar cualquier objeto que dábamos por inexistente y conoce todos los trucos para controlar con facilidad una situación crítica. Algunas veces el vínculo es inefable y recurrimos a la tradicional fórmula que no falla: flores+chocolates.
Esa misma mujer que dice que nos fijemos minuciosamente en la relación que tiene la persona que nos gusta con su madre es una heroína imbatible que nos subraya las consecuencias ante cualquier evento, aunque al final nos rebelamos y aprendamos del error. Una vez mi mamá me dijo que cuando las mujeres se convierten en madre algo cambia en ellas, va más allá de lo evidente, es algo, quizás, proveniente de la naturaleza.
Mamá, dime cómo has hecho para mantener la paciencia durante todos estos años. Mamá, necesito que me expliques cómo hacías para trabajar, mantener la casa en orden, preparar la comida y cuidar a uno, dos, tres o cuatro niños, además de ser esposa, que eso, en algunos casos, es como tener a otro hijo. Oye, mamá, quizás ahí se refleja ese cambio del que me hablaste aquella vez.
Los consejos son aún más factibles cuando vienen de ti. Gracias por cada enseñanza y regaño, pues ahora me ahorro algunas metidas de pata. No te quejes por no sentirte perfecta, la imperfección es un don con el que todos nacimos. Y a pesar de que todos los días cumplas el rol de madre, cada segundo domingo de mayo te consentiré como te lo mereces. Sí, casi todos los hijos esperamos este día para alabar y mimar a las mamás, cuando realmente tendríamos que reflexionar para hacerlo más seguido.
Educar a una persona es una tarea complicada, sentarse todas las tardes a hablar con un hijo es aún más difícil. Por ello, una vez más, gracias por la tolerancia y los perfectos monólogos que has improvisado durante cada etapa. Mamá, las gracias son infinitas y el amor cada día es más fuerte. Te agradezco por enseñarme tanto y decirme que puedo lograr lo que me proponga en esta vida. Ese “todo va a estar bien” me libera de disgustos y tristezas en tiempo record. Así que ¡GRACIAS!
Mamá, los últimos días no han sido fáciles y has sido tú quien ha estado allí para consolarme y darme más fuerza que nunca. Por eso y por todo en este mundo, gracias.
No me sobran las palabras. Con sinceridad, no soy una experta escribiendo cartas de amor, pero tú sabes muy bien que con una mirada puedo hacerte sentir la mejor madre del universo.
Aunque estemos lejos, te siento más cerca que nunca. Gracias por el cariño, el tiempo y el amor.
A todas las madres, FELIZ DÍA. Así en mayúsculas porque se merecen todo el amor del mundo.